Bañarse en São Miguel al aire libre viene a ser como marcarse un selfie con los elementos. Antes de informarnos pensábamos en las Azores como un archipiélago lejano, a medio camino entre Europa y América que caía demasiado lejos de la tierra firme de Portugal como para parecérsele. Y allí donde había islas pensamos que lógicamente habría costa y, por tanto, playas y calas donde bañarse. Leímos un poco y vimos que la temperatura no varía mucho entre el día y la noche, que los veranos son suaves y los inviernos benévolos. Creímos que echarse un baño fuera de temporada iba a ser posible. Y era cierto, aunque no como podíamos esperarnos. Pero las sorpresas siempre hacen la vida mucho más interesante.

Ponta Delgada desde el Museo Militar

Aterrizamos una tarde de mediados de enero en el pequeño aeropuerto de Ponta Delgada. Atrás dejábamos Porto que nos pareció en aquel momento tan gélido como hermoso. Nos dieron en la casa de alquiler de vehículos, por el precio de un pequeño Suzuki, un Mercedes low-cost a reventar de rayas. Abrimos el maletero y dejamos las pequeñas mochilas. En el minúsculo espacio de una bolsa de equipaje de mano de medidas Ryanair 40x20x25 cm, habíamos embutido el equipaje necesario para diez días. Y pese a lo reducido de las dimensiones habíamos dejado espacio para ropa de baño.

Maia, el lugar donde el Océano llama a la puerta

1. Playas

Desde Ponta Delgada se puede llegar a muchos de los pueblos de la isla en autobús, pero definitivamente la mejor forma de explorar todo lo que ésta puede dar de sí es en coche. De punta a punta, la isla se recorre en más o menos en una hora y media y las carreteras para acceder a todos los puntos de interés, incluyendo las mejores playas y calas están en buenas condiciones.

Empezamos por la parte Oeste de la isla en la cara sur, entre Feteiras y Ginetes, las vistas al mar desde los miradouros que discurren uno tras otro a lo largo de la carretera son espectaculares. El verdor de la isla es enorme e intenso y contrasta con el azul de un océano que parece inacabable.

Ponta Ferraria

Desde allí, bajando hacia el mar por una pendiente pronunciada, se llega a Mosteiros, donde las icónicas formas de las colosales rocas naturales clavadas sobre el mar son el súbito regalo de bienvenida al viajero que se aventura hacia abajo desde la carretera principal. Mosteiros es simplemente una delicia sobre una costa que se debate entre una playa y un sinfín de piscinas naturales al abrigo de pequeñas rocas que hacen avanzadilla a los acantilados.

El repicar del mar en Mosteiros

Desde Mosteiros hacia el Este puede recorrerse toda la costa norte, que ofrece viento, verdor y vistas al mar. En el sur de la isla el tiempo es más benigno, los pueblos más grandes y las playas más aconsejables para el baño.

Cerca de la capital hayamos la Praia de São Roque, una de las preferidas por los habitantes de Ponta Delgada y por los turistas que allí se alojan, debido a su proximidad. En el norte el fuerte viento atrae a los turistas del surf, allí se encuentran playas como la de Santa Bárbara, Praia dos Moinhos o la Praia do Santana.

Las playas en Sao Miguel son de arena negra que remata acantilados de rocas volcánicas. Puedes verse numerosos surfistas fuera de temporada y durante el verano prometen estar llenas de bañistas.

2. Calas

Serpenteaba el coche en la cara sur de la isla, teníamos hambre y al salir de una curva vimos una terraza que colgaba sobre el mar. Paramos el coche en el pequeño aparcamiento que hay cerca del Bar Caloura, que toma el nombre de la cala a la que se asoma. Fuera de temporada la temperatura oscila entre los trece de mínima y los dieciséis grados de máxima, un escenario nada descartable para un baño de valientes, pero sobretodo lo fue para una agradable comida a base de pescado fresco y bufé de ensaladas, regados con excelente vino blanco, a una relación calidad-precio del todo recomendable. La isla está salpicada de hermosas calas de arena negra como Caloura, cerca de Agua de Pau, de reducidas dimensiones, intimas y muy personales.

Bar Caloura

3. Piscinas naturales

Recorriendo la costa es fácil verlas. El perímetro de Sao Miguel es un acantilado que parte el dos el horizonte en cada curva, el azul rasgado de oleaje a un lado, y al otro el verde profundo moteado de pueblos de colores. En medio de ambos mundos, una línea fina fronteriza de arena negra y piedra volcánica.

Piscinas naturales en São Roque 

A lo largo de la costa, estas piedras volcánicas han ido quedando dispuestas de tal manera que forman piscinas naturales donde el agua y los bañistas quedan a resguardo del fuerte oleaje. Es así en Ponta da Ferraria, São Roque, Maia, Mosteiros y Capelas, entre otras, consiguiendo el extraño efecto de usar la naturaleza para protegerse de las misma naturaleza.

Piscina natural en Maia

4. Piscinas al aire libre

Lógicamente a parte de las piscinas que se puedan encontrar en hoteles y apartamentos, hay piscinas privadas con vistas al mar ideales para disfrutar en familia. En Ferraria hayamos las Termas da Ferraria que combinan piscina al aire libre con agua termal caliente.

Termas da Ferraria

5. Lagos

Posiblemente no haya un solo pueblo en toda la isla a más de media hora en coche de uno de los lagos de la misma. Al Oeste una carretera de curvas deliciosas sobre el paisaje se encarama sobre Lagoa das Sete Cidades dejando atrás un buen número de miradores. En el centro de la isla coronado siempre por la amenaza de la niebla se halla el imponente Lagoa do Fogo, que si el tiempo lo permite nos ofrece tanto espectaculares vistas desde la carretera como la posibilidad de acercarse a pie hasta sus aguas.

Al Este se encuentra el lago más accesible de todos, Lagoa das Furnas, que cuenta con una pequeña carretera que discurre por el margen del mismo. Desde allí pudimos acercarnos a Povoaçao, donde nos alojamos en Casa Cisaltina, de ambiente familiar muy agradable, alejada del centro pero ideal para conocer la vida cotidiana de una población de vida real azoriana.

Lagoa do Fogo

6. Aguas termales

Las aguas termales son siempre un reclamo para turistas. Se les atribuyen propiedades curativas y son una opción que no falla en invierno. Son bien nombradas desde tiempos antiguos. Y en Sao Miguel no son una excepción.

Tuvimos ocasión de experimentar las dos opciones más reputadas de Sao Miguel. Era por la mañana, bajo un cielo nublado que como casi cada día en la isla iba dejando capítulos de llovizna, aquí y allá, cuando llegamos a Caldeira Velha después del desayuno. Ni toalla traíamos pero andábamos dispuestos a probar el agua. Al llegar encontramos un parking gratuito donde decidimos dejar el coche lo más cerca posible de las escaleras que se encaraman a las piscinas de agua termal.

Al llegar compramos el billetes de entrada (3 euros la entrada sin baño, 8 euros con baño). La zona está cercada i cuidada, las piscinas termales son artificiales y pequeñas y los turistas abundantes para el espacio disponible. Sin embargo, todos buscaban lo mismo, calor. El Salto do Cabrito es una piscina natural mucho más grande que las anteriores, pero también más fresca. La imagen que proyecta es de película romántica de isla desierta y estaba completamente desierta.

Más al Este, en Furnas, se halla el Jardín Botánico Terra Nostra, que consta de un conjunto de piscinas, varias especies botánicas a visitar, hotel, bar y restaurante. La entrada cuesta también ocho euros y tienes derecho a usar las instalaciones para cambiarte de ropa y, sobretodo, acceder a la piscina central cuyo color amarillento da a entender la concentración de minerales que contiene el agua. La temperatura es perfecta para el baño, las vistas a los viejos regios edificios nos proyectan a un pasado donde las aguas termales eran más exclusivas y menos democráticas.

Parque Terra Nostra en Furnas
Parque Terra Nostra en Furnas

Para obtener más información sobre São Miguel, haga clic aquí.

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